sábado, 3 de agosto de 2013

Quéjese gratis, pero pague después.

Oír de quejas de los servicios prestados por las compañías de telefonía móvil no es cosa nueva, pues todos los que somos usuarios de estos servicios hemos sufrido alguna vez de sus falencias. Así esta nota es un testimonio más de entre miles y miles que dan vuelta.

Una vez cometí el terrible error de contratar un servicio de módem para Internet. Y recalco el “terrible” porque su servicio aquí en el norte provincial resultó ser de una proverbial ineficacia. En su anuncio yo había contratado un servicio 3G que, en realidad, casi o nunca cubría lo que prometía en la zona en la que residía. Eso si, los vendedores del local comercial no se molestaron en advertírmelo (o no lo sabían) resaltándome las beldades de una conexión que al final resultó mas lenta que una carrera de caracoles. Cuando llamé las primeras veces a “atención a clientes” me ofrecieron cambiar la configuración de mi módem siguiendo las instrucciones técnicas por teléfono, habré hecho como diez cambios al respecto y nada, todo seguía igual de malo. Tiempo después limitaron la navegación a una determinada cantidad de descarga, cuando bien yo había contratado el servicio “ilimitado”, lo que en realidad hizo que la conexión fuera más lenta de lo que era. Hasta aquí podría decirse “historia conocida”, pero solo fue el principio. La cuestión era deshacerse luego del “producto” y evitar que lleguen nuevas facturas cobrándome algo que jamás me ofrecieron. Digo esto porque, precisamente, no causa gracia pagar por algo que no te dieron pero prometieron. Es algo así como que vayas a una restaurante y pedir que te sirvan una parrillada. Mientras estás ahí pensando en si vas a empezar por los chinchulines o atacar primero la morcilla en esas te traen dos tiras de costillas (grasosas) y a pelarse. Entonces, indignado, le preguntás al mozo:
- Señor, yo le pedí una parrillada con todas las cosas que hay en el menú, y usted me trae unas costillas que en mi infancia la comprábamos mitad para el guiso de fin de mes mitad para el perro.
A lo que el simpático y robótico muchacho te contesta:
- Disculpe usted, modifique su pedido porque justo en su mesa no llega la cobertura de carne de calidad. Espere un momento que le paso con el parrillero para que atienda su consulta...
Donde uno tiene pleno derecho a quejarse usando el más básico sentido común, no pagar por algo que no te dieron, parece no ser ley de éstas empresas. Te pueden dar gato por liebre tranquilamente.

Así y todo pagué todas mis facturas puntualmente hasta que al fin venció el tiempo mínimo en que debía tenerlo en funcionamiento. Pero lo peor estaba por venir y fue cuando
quise dar de baja el servicio. Primero tuve que esperar un año desde que adquirí el “producto”, luego de ello tenía que llamar a “atención a clientes” para solicitar la baja. Este tipo de servicio fue diseñado, supuestamente, para facilitar las consultas de los clientes sobre los servicios prestados por la empresa, pero adolece de una impersonalidad e ineficacia monstruosas. En primer lugar hay que lograr entablar comunicación con algún operador, otro inconveniente es que uno puede hablar decenas, cientos de veces con operadores anónimos que no sabrán nada más de nosotros una vez terminada la comunicación. En lo personal a mi me tocó que un operador me decía una cosa y otro operador otra cosa: “Si señor, no se preocupe su problema esta solucionado” ¡Pero la empresa no dejaba de mandarme mensajes intimidatorios! Una y otra vez la misma gestión telefónica y diversas respuestas. Una vez me pasaron a un “Departamento Jurídico” que me ofreció, como única medida pasar mi Módem prepago a uno recargable con tarjeta como única opción, acepté a regañadientes. No hay que ser ingenuos, hacer sumamente dificultoso el desprenderse de algo que ellos te venden es una política adrede, o sea no es casualidad de que así sea sino que ellos mismos deben poner esas trabas para que uno se rinda y siga pagando el mayor tiempo posible.
Un año mas tarde alguien me dijo que podía tener mas crédito en mi celular si canjeaba mis puntos en un “club”, entré a su página web y me di que había una pequeña mina de oro esperándome pues había acumulado muchos puntos en los años que usé mi celular, pero cuando quise canjear esos puntos me salía que tenía una deuda con la empresa que tenía que saldar. Investigando más en esa página descubrí que la deuda del módem ¡aún figuraba! Otra vez las llamadas a atención al cliente, otra vez me daban la razón. Me habían mentido, nunca me habían dado de baja el módem, sino habían parado de notificarme la deuda, pero ésta había estado latente. Y así se reanudaron los mensajes solicitándome cancelar la deuda, pero esta vez con amenazas. Me advertían con cancelar mi servicio de celular (A pesar de que hace años lo tengo religiosamente al día). Cuando llamaba y decía que ya unos operadores me había asegurado que no tenía ninguna deuda no quedaban pruebas de ello, era como si hubiera hablado con fantasmas. Todo terminó cuando la empresa me envió una carta documento con la amenaza de hacerme ingresar al fatídico “Veraz” como moroso. Hubiera seguido mi lucha. Pero como estaba cerca de cerrar una operación bancaria no tuve otra opción que pagar. Así dos años de resistir un cobro injusto se saldó con la derrota. Atrás quedaron cientos de llamadas y cientos de molestos mensajes que me enviaron a veces a horarios insólitos.

Lo que quedó aquí no fue solo mi dignidad sobre el piso, sino un caso más de la pésima gestión de las empresas de telefonía que pueden hacer con los clientes lo que quieren. La crítica es que no sólo éstas empresas no están reguladas como corresponde sino también que ofrecen laberínticas opciones de atención al cliente que no son fiables y no sirven en la práctica. Uno puede desgañitarse en reclamos que en realidad no son tomados en cuenta. ¿Recurrir a una oficina habilitada? Se olvidaron de pensar que uno puede vivir a cientos de kilómetros de la más cercana ¿Llamar a un 0800? Si no tenés teléfono fijo fuiste, porque los celulares te cobran. ¿Hablar con atención al cliente? Saben muy bien venderte algo, pero de quejas es lo mismo que hablar con un gato.



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