sábado, 10 de agosto de 2013

Cacerolas Racistas

El “8A” ha pasado con mas penas que glorias, contó con mucha menos participación pero esto no significa que sus aspectos más negativos estén en plena vigencia.

Lo que más llama la atención de este movimiento es la tolerancia que se le da al racismo y la xenofobia imperante de muchos de sus participantes. Solo hay que leer en Twitter y Facebook expresiones segregacionistas que en otros países serían propias de la extrema derecha. Mucha alusión a “los negros” y a los de países limítrofes (sobretodo Bolivia y Paraguay).

Recuerdo hace años en el programa televisivo “El Aguante”, ese que se ocupaba de darle voz al duelo de hinchadas de los equipos del fútbol argentino a través de sus cánticos y demás expresiones, el caso de los simpatizantes de Salta. Por ese año estaba Gimnasia y Tiro en primera división, y los productores porteños del programa trataban de recrear una especie de “clásico” del norte entre el equipo salteño y Gimnasia y Esgrima de Jujuy. Daba pena escuchar a los salteños, casi todo lo que tenían que decir sobre los jujeños era que provenían de la hermana República de Bolivia: “Jujuy es el barrio más grande de Yacuiba”, “Son todos Bolivianos” etc., etc. Era tristísimo, cero creatividad. Lo cierto es que las personas que expresaban esto lo hacían a cara descubierta, como si el ejercicio del racismo y la xenofobia sería una expresión folclórica socialmente aceptable. Triste también por cuanto los salteños mismos somos fruto de esa misma discriminación en otras partes del país.

Otro caso fue un partido entre Gimnasia y Tiro y Argentinos Juniors en Salta. Los porteños trajeron al delantero hondureño Eduardo “Balín” Bennett, un jugador afroamericano. Sé de insultos racistas en las canchas (fui a muchas en el país), pero nunca antes con el énfasis y la bronca con que los oí esa noche. Yo veía a esos tipos que insultaban furiosos, algunos hasta con ojos dosorbitados “negro..., negro de m...”. En realidad veían con temor al hondureño, él era el símbolo de lo que ellos no querían ser (negro y extranjero), el reflejo de la marginación, el más recóndito temor a ser discriminados por una sociedad dominada por estándares donde lo blanco es lindo y bueno, y lo “negro” su contraparte mas vil. Recuerdo que la palabra “negro” en boca de la gente sonaba como una especie de conjuro, como si en el ejercicio de enrostrarle al hondureño futbolista el color de su piel la propia gente salteña no estaría sino exorcizando el peligro de la negrura que se agitaba en sus propias pieles. Pero ¿Que peligro encerraba solo un jugador de fútbol? Aparte de desflorarnos a goles (con San Lorenzo nos encajó 3) el pobre Bennett era el peligro que recordaba a los acomplejados, a aquellos que a lo largo de sus vidas también se vieron con la malicia de ser designados “negros” de manera despectiva, discriminados por ser sospechosos de serlo, aquellos que quizás los patovicas los frenaban en las entradas de los boliches, aquellos que veían que no los tomaban en las empresas porque les hacía falta la terrible “buena presencia” (un eufemismo común para practicar racismo). Esa noche el famoso “Balín” Bennet desnudó los miedos más recónditos de los salteños.

La lógica de los cacerolazos no es diferente. Es una gran expresión popular donde la gente no solo alza su voz al cielo en reclamos que pueden ser justos, sino desnuda el temor a lo que no se quiere ser. El cacerolazo y el cacerolero es una expresión de la clase media, y éste sector de la población sostiene una serie de valores en los que aspira reflejarse en los sectores más altos de la sociedad. Quien ingresa en la clase media o nace dentro de ella cree que es el motor mismo y la esencia de ser del país. El pobre, el marginal, es el “negro” o el “grasa”. Y aquí hago un aparte, en el paroxismo de la discriminación se identifica también que a quién no cumple los estándares estéticos de la delgadez es también un marginal, alguien con sobrepeso, un “gordo” es un “grasa” que pasa a denominar también a lo bruto y tosco. Un “grasa” puede ser una persona delgada pero que no cumple con los estándares estético – culturales de la clase media y alta. Así nacen estereotipos, violentos por su agresividad, de toda índole y muy difundidos pero que no resisten el menor análisis objetivo: El “negro grasa” es un vago, no trabaja sino busca que el estado lo mantenga, el “negro grasa” es de las villas, viene del interior del país o viene de los países limítrofes del norte (el porteño cacerolero medio no hace mucha diferencia al respecto), el “negro grasa” es bruto, vota con la panza y no a los “candidatos” elegantes y racionales (aunque sea economistas que fundieron al país, elegantes y racionales al fin).

Todo esto pudre el movimiento cacerolero desde sus cimientos y llega a aislarlo de un sector de la población que con justa razón huyen de estos eventos porque participar en ellos es ser parte de odios irracionales. Los que se dicen organizadores de estos cacerolazos, sus cabezas mas visibles, no hacen nada para condenar estas expresiones, simplemente se llaman a silencio como si el tema del racismo y la xenofobia fuera algo menor. Solo atinan a poner “Sin agresiones” en sus convocatorias sin referirse directamente al problema, el asunto es que para los caceroleros el ser un racista y xenófobo no es un problema en sí, y he aquí lo alarmante del asunto: Para ellos es aceptable y nunca atinan en corregir a los extremistas.
Entrando a los foros de medios de diarios como La Nación y Perfil es posible ver improperios de esta naturaleza, de todo tipo que van desde insultos hasta amenazas. En las redes sociales no les importa poner su perfil para soltar toda una catarata de improperios racistas, esto es así porque socialmente no esta “mal visto” hacer uso de esa clase de expresiones, o sea que dentro de sus círculos sociales no esta mal visto ser racista, pueden exponerse como pseudo nazis sin problemas.


Estamos acostumbrados a escuchar que uno de los problemas de los tiempos modernos es la “perdida de los valores”, hay políticos que hacen de ésto su caballito de batalla inclusive. Se ha escuchado mucho sobre la perdida del “valor” del trabajo, del respeto, de la familia, pero sería interesante señalar a ésos mismos que hacen de la Ética y Moral su estandarte mas noble, también deberían sostener que el valor de la tolerancia y el respeto a las diferencias son tan importantes como todos los demás.


Otto H. Alves Pinto Trigo
@OttoPintoTrigo

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