martes, 20 de agosto de 2013

Peronismo Explícito Salteño


El peronismo es una estructura política capaz de ser cuasi autosuficiente pues tiene la característica de poder retroalimentarse a sí mismo constantemente. Esto es una enorme virtud pero a la vez puede ser un defecto que lo llega a debilitar cuando se abusa de ello. Es decir, la dialéctica necesaria para mantener fresco al movimiento político, para renovarse de cara a la sociedad, de reemplazar cuadros políticos y ofrecer nuevas opciones de renovación de cara al resto de la sociedad, no proviene de un enfrentamiento más allá del interior mismo del peronismo. Encontramos aquí una fortaleza del peronismo ya que llega a ser exitoso allí donde sus competidores desfallecen con el correr de los años y quedan olvidados sin poder ofrecer alternativas electorales aceptables. Donde los demás partidos políticos corren a buscar alianzas que terminan siendo destructivas para sí mismos, el peronismo conserva una relativa estabilidad al nutrirse de sus bases. Y esta también es la causa por la que el peronismo puede aparentar cambios aunque en el fondo sea extremadamente conservador y deje intacto el statu quo maquillándolo un poco para que parezca nuevo. Un vez un amigo de izquierda me dijo que el peronismo era “un cadáver insepulto”. Nada más lejos de la realidad, el peronismo se transforma, aunque en el fondo siga siendo el mismo y los mismos, es un mundo con su liturgia propia e ideología diversa y fagocitadora. Puede metamorfosearse y adaptarse a los cambios porque esos cambios ya viven internamente en la diversidad de ideas hasta contradictorias entre sí que hacen al peronismo en su conjunto. Es por ello que el peronismo puede hacer uso de ellas cuando percibe que es el momento adecuado, pero en definitiva será la misma estructura la que tendrá el poder, y los cambios serán superficiales y muy difícilmente de fondo.
Es por ello lo extraño que parece a algunos la vigencia del peronismo como estructura de poder dominante a lo largo de los años. Es que el peronismo tiene la capacidad de recrear la sociedad misma dentro de su seno, de hacer estallar los conflictos políticos y devorarse luego a los triunfadores. Así el peronismo siempre se las arregla para representar y llegar acaso a todos los arcos ideológicos con un mensaje similar, para luego absorberlos de tal manera que a toda esa gigantesca ensalada de pensamientos, a veces contradictorios entre sí, la llamamos simplemente “peronismo”.

Pero el peronismo tiene sus límites, pues describirlo todo como cuerpo perfecto autosuficiente y con capacidad de asimilar los cambios inmediatamente no lo hace inmune a la derrota. Su límite es justamente cuando abusa de las virtudes que le permiten llegar, mantener y expandir su poder. Y el extremo de retraerse es el encerrarse en los círculos familiares, osea el nepotismo. El electorado lo sabe, puede tolerar elegir entre una casta de políticos de igual signo, pero desconfía cuando la sucesión se hace cual monarquía antigua.

En los pueblos pequeños este fenómeno de familias arraigadas al poder puede ejercerse con más tranquilidad. Allí las relaciones sociales dependen de factores de cercanías y parentescos que se amplían profundamente en esas pequeñas comunidades. El hijo, el primo, la esposa del primo, el hermano de la hermana de la abuela del intendente, en fin el círculo familiar que esta en el poder llega por sí mismo a ser una parte significativa por sí misma de la población. Pero en las ciudades esos lazos son microscópicos aunque se ven extendidos con la “gran familia” de los empleos municipales que si son significativos aunque no de la misma naturaleza.

Tradicionalmente en Salta las familias trataron de prolongar su poder preocurándose de formar a sus miembros de tal manera que tuvieran una legitimidad tal para así facilitarles el acceso al poder político y la transición familiar así se viera garantizada. En esto eran cuidadosos en la imagen y la transmisión de valores que los herederos trasladaban eficazmente. Pocas veces la imposición familiar se daba sin una cuidadosa legitimación del sucesor que lo vuelva aceptable al público, cuando esto sucede las urnas castigan duramente a pesar de montarse una enorme campaña para lo contrario. Si no hay legitimidad el público no lo aceptará.

Y aquí podría surgir también la crítica a quienes exigen que se dé una renovación generacional en la política ¿De que sirve renovar si los jóvenes que ocuparán esos espacios de poder no son otra cosa que la continuación de la ideología y los intereses de sus progenitores? Un renovación política debe ser una bocanada de aire fresco, de otra concepción de la sociedad y hasta de sus valores. Salta en sí nunca a tenido una profunda y real renovación generacional, y si hubo intentos de ello fracasaron y no de la mejor forma.

En mis tiempos de militancia en la Juventud Peronista comprendí dolorosamente que en la actualidad es este un espacio del movimiento peronista que no se ha caracterizado en éstas décadas por su independencia a los poderes partidarios, donde las facciones que lo componen siempre son representaciones de otras que están en un nivel mayor. Desde la última dictadura militar no existe una JP autónoma, que funcione como una usina de ideas autónoma y como una real alternativa de poder. Quien pretenda legitimarse desde allí cae en el error de tratar de trasladar esa lógica peronista al resto de la sociedad que no la comprende (ni tiene porque comprenderla) y si se la tratase de imponer la rechazaría. La gente vagamente entiende como son las cosas con los espacios partidarios, pero no esta dispuesta a aceptarlos para sí. Entonces ese ensimismamiento en la autosuficiencia peronista cae en el error de abusar de él queriendo imponerlo más allá de las fronteras del peronismo: el resultado es el rechazo.

La autarquía del peronismo es su fuerza permitiéndole regenerarse al nutrirse de su variedad interna, el proceso dialéctico aquí se daría en un nivel interno donde sus líderes disputarían los espacios de poder. Pero todo esto se ve arruinado cuando un reducido grupo de personas, como ser una clan familiar, quiere forzar la imposición de sus intereses al resto de la sociedad, obviando la sana confrontación que le permitiría más o menos ofrecer las mejores opciones electorales. Obviar este proceso puede ser la ruina temprana para quien lo lleve a cabo.



Otto H. Alves Pinto Trigo

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