Empezamos este
artículo con una sencilla pregunta: ¿Es necesario que nuestra región conserve,
fortalezca y desarrolle su propia cultura?
Somos una región fronteriza
que, a su vez, se haya inmersa en un contexto cultural que trasciende las
fronteras nacionales mismas. Somos el norte de la provincia o “región del
bermejo”. Es sencillo pensar que podríamos sobrevivir mal o bien simplemente
importando la cultura del centro del país y/o de los valles centrales de
nuestra provincia, lugares de los cuales dependemos administrativamente. ¿Por qué tomarnos el trabajo de
respetar aquello que de original y autentico hay en nosotros? ¿Para qué
celebrar nuestra propia cultura?
Lo que a
nivel individual es una pregunta de carácter ético, en el orden comunitario no
necesita respuesta. Las comunidades y pueblos construyen y reproducen esforzada
y cotidianamente su cultura. Nuestra gente, por ejemplo, sostiene su carnaval y
especialmente el Arete Guazu (conocido popularmente como “Pimpin”), que es uno
de los productos más genuinos y valiosos de nuestra región.
Las festividades en el norte de Salta tienen
características únicas que las diferencian del resto de la provincia. Si bien
somos una única institución política que lleva el nombre de su capital
(provincia de Salta – ciudad de Salta) no por ello hay completa homogeneidad en
sus manifestaciones culturales. Y, ¿quién no se ha dado cuenta de ello
revisando las publicaciones de que se leen en los “Cuadernos del trópico” de
Santos Vergara, o en las expresiones folclóricas de nuestro chaco? Hay una
identidad y expresiones culturales que marcan una diferencia de lo que se
conocen como “los valles” o la región central de nuestra provincia.
Es así que las fiestas del “carnaval” que se
celebran en las ciudades, pueblos y parajes de todo el norte, o Región del
Bermejo son acontecimientos sociales que tienen su propia impronta. Y, además,
no son divulgados ni están dentro de las amplias difusiones turísticas que se hace
de todas las festividades provinciales por parte de las instituciones
provinciales. Son, ante nada, acontecimientos locales donde concurre gente del
lugar, “criollos” e indígenas donde se confraterniza y se comparten muchas
cosas.
La fiesta
del reencuentro.- El ARETE GUAZU (Fiesta o reunión grande)
El Arete es
una fiesta comunitaria propia de los pueblos guaraníes pero que se generalizó,
gracias al mestizaje y por la fortaleza ritual de la propia celebración,
respetada y compartida en toda la región. En esta fiesta se celebra la cosecha
y esto se identifica este proceso con el recuerdo y reencuentro simbólico con
sus muertos. La comunión con los ausentes se regula gracias al ritual de las
máscaras. (No han de ser casuales las coincidencias con el mito de Perséfone).
El carnaval
en cambio es una fiesta europea que desde su nacimiento puso en juego la sátira
y la alegría como claves del festejo. Al invertir los valores de la sociedad
los sectores populares emergen y despliegan su existencia. Gracias al humor y
el juego. Esta fiesta democrática se convirtió en el natural escenario para
cobijar el Arete Guazu.
Difícilmente ocurra esto en el resto de la
provincia donde, si bien hay tradiciones arraigadas y que se han mantenido en
el tiempo, no existen ya los pueblos indígenas que alguna vez las cultivaron.
Además hay muchos espectáculos creados para el turismo, ya sin su significado
original y puestos meramente al servicio del interés económico. Así también en el resto del país:
el carnaval es turístico, bellos desfiles que el público solo observa (y
aplaude). Aquí aún se conserva el carnaval como fiesta popular integradora, lúdica.
Todo ello gracias al Arete. Su fortaleza es tan evidente que en el participa el
pueblo sin distinción de edades ni clases sociales. Enorgullece. Asombra (sino
fíjense la exhibición que de él hace, por ejemplo, el Chaqueño Palavecino)
porque aquí todavía VIVEN las tradiciones con sus protagonistas de carne y hueso.
Acontecimientos similares, de las mismas características, se desarrollan, por
ejemplo, en las cercanías del barrio Santa Rita al oeste de la ciudad de
Tartagal y en el paraje Campo Blanco perteneciente al municipio de Aguaray, por
solo citar dos ejemplos más.
Pero no es una queja el que esto no se
divulgue ni se le dé la promoción que reciben otras partes de la provincia, aun
dejando de lado la histórica discriminación que hemos sufrido desde siempre en
cuestiones que no es sitio éste para detallar. La queja es cuando directamente
se ataca con calumnias y se desprestigia dañinamente una de los más hermosos
acontecimientos de éste carnaval, único en toda la Argentina
El Tribuno de
Salta da cobertura del Arete Guazu de Yacuy… ¿dónde? ¡En la sección Policiales!
Se la caracteriza como fiesta aborigen, cuando esta fue completamente abierta
al resto de la sociedad. Es más, contó con una nutrida presencia de criollos.
Muchos de ellos atraídos por la presentación de un grupo de cumbia
tremendamente popular en la región.
La fiesta es
denunciada como un “descalabro” porque la gente se pintaba (una de las
tradiciones más alegres del carnaval, jugar con agua, con pintura… hasta hace
unos años era directamente con barro), porque hubo quienes tomaron vino (como
si eso fuese un delito, ¡en Salta!) y porque hubo una riña. Eso último no puede
disculparse. Pero fue solo una pelea. Como el redactor no puede agrandar tanto
más ese hecho titula: “Crece la polémica…” ¿Cual polémica? La comunidad del
pueblo originario guaranì de Yacuy fue anfitriona de una fiesta con más de dos
mil asistentes, y tienen todo el derecho de hacerlo y de estar orgullosos con
la asistencia. Nadie se los puede impedir. Hay filmaciones y fotos donde se
ve a familias enteras, criollas y
aborígenes, participando de los bailes en alegre confraternidad, con grupos de
personas pintándose y mojándose cerca de ellos. Éste es el espíritu del
carnaval.
Como el
redactor tampoco puede llegar muy lejos por esta vía se detiene sobre los
organizadores de la fiesta… los nombra la sección Policiales del diario aun sin
poder imputarles delito alguno… estigmatizándolos. Se usan fotos de las
personas que se divertían en el barro y con pintura, como si pintarse y jugar
con barro ya de por sí mismo fuese un crimen. El trasfondo de la comunicación
es ese y no la agresión cometida hacia un adolescente: Se da a entender que
jugar con barro y pintura es de por sí mismo un delito. No se niega aquí que
pudieran ocurrir hechos de violencia aislados, que los hubo. Usar las imágenes
de esta gente divirtiéndose y decir que ALLÍ mismo fueron los incidentes es un
lamentable rebusque difamatorio para justificar la noticia de los incidentes.
Iniciamos
este artículo con un interrogante: ¿debemos, merecemos, la dignidad de tener
nuestra propia cultura? Si optásemos por responder con un avergonzado y
perezoso “no” bien podríamos seguir el ejemplo de ese artículo.
Si quizás la
misma festividad hubiese sido organizada, con pintura y barro incluido, en
nuestra capital provincial y hubiese contado con la presencia de turistas
extranjeros y de bellos discursos de jóvenes funcionarios, otra hubiese sido la
cobertura informativa. Pero, para pesar de algunos,
esto no fue así.
Rasgarnos
las vestiduras cuando el pueblo se divierte, se libera, celebra (y con éxito)
fiestas, honra sus tradiciones, pedir a la policía que redoble la seguridad,
pedir explicaciones al gobierno, investigar y escrachar a los organizadores y
sus familiares. Todo esto es un frontal ataque y bufonada a nuestra cultura.
Si deseamos
impedir que nuestra región desarrolle su cultura bien podemos seguir el ejemplo
de quienes se encargaron de difamar y estereotipar negativamente el Arete Guazu de Yacuy.
Otto H. Alves Pinto Trigo
Gustavo Andrés Murillo
Grupo “LA SERPIENTE ALADA”,
Escritores del Bermejo.